Blog

Turismo Rural

Conocer la cultura masái, la ciudad de los templos en la isla de Java o la exuberante biodiversidad costarricense son propuestas muy apetecibles, por supuesto. Pero no es posible que los turistas españoles se sientan atraídos por esto y nunca hayan escuchado hablar de la fiesta de los Zarramacos de la Vijanera en Silió (Cantabria), probado las chiretas aragonesas o caminado por el parque de Garajonay.

Tenemos, en nuestro país en general y en el medio rural en particular, un problema de valorización, una brecha entre los recursos turísticos de los que disponemos y el conocimiento de estos por parte del gran público. Olvidamos la increíble y variada oferta cultural, natural y gastronómica de nuestros pueblos, que cambia radicalmente en cuestión de 40 kilóme- tros. Y cuando hablamos de turismo lo primero que pensamos es en playas abarrotadas de extranjeros achicharrados.

Para la propia Organización Mundial del Turismo (OMT) -por cierto, curiosamente el único organismo de la ONU con su sede central en España- también es necesario remar contra esta tendencia. Para ello ha lanzado una competición, en la que colaboramos desde FADEMUR, que premia los proyectos de emprendimiento en el sector turístico rural que maximi- cen el impacto positivo en su entorno.

No es que la OMT haya venido a predicar en el desierto, precisamente. A pesar de que el sol y la playa siguen siendo los reyes, no hemos dado completamente la espalda a este recurso, por supuesto. Entre 2008 y 2018 el número de alo- jamientos rurales existentes en España creció un 30%. Por su parte, los viajeros rurales aumentaron un 60% durante el mismo período.

Estos datos no están mal, pero no hay que perder de vista que la crisis desencadenada por la COVID-19 supone una opor- tunidad para dar un impulso definitivo a esta oferta turística emblema de calidad y sostenibilidad. Es el momento en el que podemos cambiar nuestro modelo turístico y apostar de una vez por todas por una oferta más sosegada, más repartida por el territorio y, como hemos explicado en innumerables ocasiones, más humana.

Y es que el turismo rural sigue diversificando la economía de los pueblos y, por tanto, ofreciendo posibilidades de trabajo a sus habitantes para quedarse y, así, revertir la espiral de despoblamiento que vivimos. En este sentido, cabe recordar el papel de las mujeres rurales como principales emprendedoras en el sector: ellas gestionan el 58% de los alojamientos rurales, según el Observatorio de Turismo Rural. A pesar de que las mujeres rurales también son uno de los grupos con mayor tasa de desempleo del país (casi el 43%).

Para fomentar este tipo de turismo, hay que dotar al medio rural de las mismas posibilidades que ya dispone el urbano. Tenemos que superar la ausencia de servicios básicos en los pueblos, como servicios de transporte o conexión a Internet. No es admisible que una persona que gestiona las reservas de un alojamiento rural tenga que desplazarse en coche para acudir a un punto en el que conectarse, como le sucede a algunas de nuestras socias.

Otro factor que tenemos que mejorar es la estacionalización de la demanda y la debilidad del posicionamiento del turismo rural en el mercado internacional, ambas cuestiones que debemos afrontar juntas desde el marketing y la promoción.

Y, por último, seguir ayudando a que las mujeres de los pueblos apuesten por esta oportunidad de negocio, simplificando la burocracia para que se ajuste a la realidad de los pueblos y mejorando su acceso a la financiación, aspecto no baladí ya que las compañías dirigidas por una mujer tienen menos probabilidades de acceder a un crédito en su primer año de fundación que las dirigidas por un hombre. Un ejemplo más de que una de las claves puede estar en empezar a apostar por las que apuestan.

Mujeres y Tecnología, Turismo Rural

Dejar un comentario

Su email no se publicará. Los campos obligatorios están marcados con *